Se Mudó con su Nuevo AMOR sin Saber que Estaba Embarazada. Años Después Vió a su HIJA y Lloró...
Автор: Romance Infinito
Загружено: 2025-03-10
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Cuando lo vi caminar de la mano con ella, agarré la foto del ultrasonido que guardaba en mi bolso—un recordatorio silente del hijo que crecía dentro de mí. Cinco años después, el destino jugó su peor broma: nuestra hija, con los ojos que heredaban mi sonrisa, se cruzó en mi galería de arte con su padre. Su copa de champán se deslizó y se estrelló contra el mármol, mientras el reconocimiento iluminaba sus ojos. Fue en ese instante que vi su mundo perfecto desmoronarse, igual que el mío años atrás, cuando me quedé helada frente a la puerta de mi galería, con esa misma foto quemando un agujero en mi bolso. A través de la gran ventana, al otro lado de la calle, observé a Jaime Cortez, cargando bolsas hacia su nuevo ático, riendo mientras Ema le indicaba dónde colocarlas. La misma Ema que, tan solo tres meses atrás, era su colega y no su amante. Mi teléfono vibró, recordándome la inauguración de la galería al día siguiente. La ironía se me clavó en el alma: mi mayor momento profesional coincidía con el momento en que mi ex se mudaba con su nuevo amor.
Con la mano sobre mi vientre, me pregunté en silencio cómo había terminado aquí. —Oath to Olivia —la voz de Sara, mi mejor amiga, me sacó de ese abismo. Estaba allí, con una caja en la mano que, sin duda, contenía sus famosas galletas de chocolate con trozos de caramelo. Desde que su galería se inauguró justo al lado de la mía y desde que descubrí mi embarazo, se autoproclamó mi chef personal. —Oath to Olivia —repitió Sara, con una mezcla de burla y ternura—. Deja de torturarte y ayúdame a comer estas galletas en su lugar. Me dejó acompañarla al interior de la galería, lejos de la vista que destrozaba mi corazón. Entre mordiscos, dije con una risa amarga: Estas galletas van a hacerme ganar más que solo el peso de mi bebé. Sara se rió y replicó: Y tú no te torturas, solo observas estratégicamente a la competencia. —¿Competencia? —se burló ella—. Amor, esa mujer no podría distinguir un Monet de una pintura hecha con los dedos. Pero en su comentario había una verdad innegable.
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